Triste N° 1
(Las soledades de Babel - 1991)
Tréboles
Por la memoria vagamos descalzos
seguimos el garabato de la lluvia
hasta la tristeza que es el hogar destino
la tristeza almacena los desastres del alma
o sea lo mejorcito de nosotros mismos
digamos esperanzas sacrificios amores
a la tristeza no hay quien la despoje
es transparente como un rayo de luna
fiel a determinadas alegrías
nacemos tristes y morimos tristes
pero en el entretiempo amamos cuerpos
cuya triste belleza es un milagro
vamos descalzos en peregrinación
triste tristeza llena eres de gracia
tu savia dulce nos acepta tristes
el garabato de la lluvia nos conduce
hasta el hogar destino que siempre has sido
tristeza enamorada y clandestina
y allí rodeada de tus frágiles dogmas
de tus lágrimas secas / de tu siglo de sueños
nos abrazas como anticipo del placer
El 17 de mayo del 2009 fallece Mario Benedetti tras 88 erráticos pero prolíficos años en este mundo. Buscando alguna manera de expresar el sentimiento causado por esta noticia, además de la clara necesidad de que su obra sea releída es de donde surge este blog.
viernes, 20 de junio de 2014
jueves, 19 de junio de 2014
Soledades
Soledades
(Poemas de otros - 1974)
De otros diluvios
Ellos tienen razón
esa felicidad
al menos con mayúscula
no existe
ah pero si existiera con minúscula
sería semejante a nuestra breve
presoledad
después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la solead
después del amor viene la soledad
ya sé que es una pobre deformación
pero lo cierto es que en ese durable minuto
uno se siente
solo en el mundo
sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan
y en esa sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo
los datos objetivos son como sigue
hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos
una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos
claro que la soledad no viene sola
si se mira por sobre el hombro mustio
de nuestras soledades
se verá un largo y compacto imposible
un sencillo respeto por terceros o cuartos
ese percance de ser buenagente
después de la alegría
después de la plenitud
después del amor
viene la soledad
conforme
pero
qué vendrá después
de la soledad
a veces no me siento
tan solo
si imagino
mejor dicho si sé
que más allá de mi soledad
y de la tuya
otra vez estás vos
aunque sea preguntándote a solas
qué vendrá después
de la soledad
(Poemas de otros - 1974)
De otros diluvios
Ellos tienen razón
esa felicidad
al menos con mayúscula
no existe
ah pero si existiera con minúscula
sería semejante a nuestra breve
presoledad
después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la solead
después del amor viene la soledad
ya sé que es una pobre deformación
pero lo cierto es que en ese durable minuto
uno se siente
solo en el mundo
sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan
y en esa sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo
los datos objetivos son como sigue
hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos
una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos
claro que la soledad no viene sola
si se mira por sobre el hombro mustio
de nuestras soledades
se verá un largo y compacto imposible
un sencillo respeto por terceros o cuartos
ese percance de ser buenagente
después de la alegría
después de la plenitud
después del amor
viene la soledad
conforme
pero
qué vendrá después
de la soledad
a veces no me siento
tan solo
si imagino
mejor dicho si sé
que más allá de mi soledad
y de la tuya
otra vez estás vos
aunque sea preguntándote a solas
qué vendrá después
de la soledad
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Poemas de otros (1974),
Poesía
miércoles, 18 de junio de 2014
Por qué cantamos
Por qué cantamos
(Cotidianas - 1979)
Retratos y canciones
Si cada hora viene con su muerte
si el tiempo es una cueva de ladrones
los aires ya no son los buenos aires
la vida es nada más que un blanco inmóvil
usted preguntará por qué cantamos
si nuestros bravos quedan sin abrazo
la patria se nos muere de tristeza
y el corazón del hombre se hace añicos
antes aún que explote la vergüenza
usted preguntará por qué cantamos
si estamos lejos como un horizonte
si allá quedaron árboles y cielo
si cada noche es siempre alguna ausencia
y cada despertar un desencuentro
usted preguntará por qué cantamos
cantamos por que el río está sonando
y cuando el río suena / suena el río
cantamos por que el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino
cantamos por el niño y por todo
y por que algún futuro y por que el pueblo
cantamos por los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos
cantamos por que el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos por que creemos en la gente
y por que venceremos la derrota
cantamos por que el sol nos reconoce
y por que el campo huele a primavera
y por que en este tallo en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta
cantamos por que llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y por que no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza.
(Cotidianas - 1979)
Retratos y canciones
Si cada hora viene con su muerte
si el tiempo es una cueva de ladrones
los aires ya no son los buenos aires
la vida es nada más que un blanco inmóvil
usted preguntará por qué cantamos
si nuestros bravos quedan sin abrazo
la patria se nos muere de tristeza
y el corazón del hombre se hace añicos
antes aún que explote la vergüenza
usted preguntará por qué cantamos
si estamos lejos como un horizonte
si allá quedaron árboles y cielo
si cada noche es siempre alguna ausencia
y cada despertar un desencuentro
usted preguntará por qué cantamos
cantamos por que el río está sonando
y cuando el río suena / suena el río
cantamos por que el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino
cantamos por el niño y por todo
y por que algún futuro y por que el pueblo
cantamos por los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos
cantamos por que el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos por que creemos en la gente
y por que venceremos la derrota
cantamos por que el sol nos reconoce
y por que el campo huele a primavera
y por que en este tallo en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta
cantamos por que llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y por que no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza.
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Poesía
lunes, 16 de junio de 2014
Los descansos
Los descansos
(Próximo prójimo - 1965)
I
Ni ahora ni después
ni al medio día
ni en la tarde brevísima
ni en la noche pesada
ni mañana
ni dentro de diez días
tendré
lo qué se dice
tiempo
de ahí que el descanso sea
una gloriosa
inmerecida siesta
que siempre duermen otros
II
Uno quisiera a veces conseguir un insomnio
para tasar con calma
con cordura
los fracasos las viles resonancias
y aprender del silencio
ese maestro
un insomnio sin miedo
sin ruidos evidentes
agresivos
a lo sumo escuchar la tarea ominosa
de los tercos roedores de la noche
sentir cómo sus dientes
diminutos
constantes
destruyen el futuro
un insomnio sereno
para que el viejo espíritu
o la nueva cabeza
canjeen de una vez sus exiguas angustias
por una angustia grande
crecida
verdadera
pero ya no se puede
no existe ese derecho
a la noche uno cae como roca ajena
como un susto
de plomo
y el sueño es nada más que una vacía
sinopsis de la muerte.
(Próximo prójimo - 1965)
I
Ni ahora ni después
ni al medio día
ni en la tarde brevísima
ni en la noche pesada
ni mañana
ni dentro de diez días
tendré
lo qué se dice
tiempo
de ahí que el descanso sea
una gloriosa
inmerecida siesta
que siempre duermen otros
II
Uno quisiera a veces conseguir un insomnio
para tasar con calma
con cordura
los fracasos las viles resonancias
y aprender del silencio
ese maestro
un insomnio sin miedo
sin ruidos evidentes
agresivos
a lo sumo escuchar la tarea ominosa
de los tercos roedores de la noche
sentir cómo sus dientes
diminutos
constantes
destruyen el futuro
un insomnio sereno
para que el viejo espíritu
o la nueva cabeza
canjeen de una vez sus exiguas angustias
por una angustia grande
crecida
verdadera
pero ya no se puede
no existe ese derecho
a la noche uno cae como roca ajena
como un susto
de plomo
y el sueño es nada más que una vacía
sinopsis de la muerte.
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Poesía,
Próximo prójimo (1965)
domingo, 15 de junio de 2014
La hazaña
La hazaña
(Contra los puentes levadizos - 1966)
Después de todo es fácil recordar
basta con arrimarse al horizonte
basta con bostezar en plena euforia
alcanza con entrar en la agonía
es fácil recordar
se abren las manos
y se cierran
y en el puño vacío
está el juguete
están la cruz o el seno
que se desentendieron del presente
que quedaron atrás
que todavía
es fácil
basta con decir un nombre
basta con desandar cierta tristeza
alcanza con quebrar el odio ajeno
la gran proeza
la mejor hazaña
de la memoria
es olvidarlo todo.
(Contra los puentes levadizos - 1966)
Después de todo es fácil recordar
basta con arrimarse al horizonte
basta con bostezar en plena euforia
alcanza con entrar en la agonía
es fácil recordar
se abren las manos
y se cierran
y en el puño vacío
está el juguete
están la cruz o el seno
que se desentendieron del presente
que quedaron atrás
que todavía
es fácil
basta con decir un nombre
basta con desandar cierta tristeza
alcanza con quebrar el odio ajeno
la gran proeza
la mejor hazaña
de la memoria
es olvidarlo todo.
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Contra los puentes levadizos (1966),
Poesía
jueves, 12 de junio de 2014
Aquí se respira bien
Aquí se respira bien
(Montevideanos - 1949)
-¿Nos sentamos en éste? -pregunta el Viejo.
-Mejor aquél. Tiene más sombra.
Por más que nadie intenta arrebatárselo, Gustavo se cree obligado a correr para asegurarse el usufructo del banco. El padre llega después, sin apuro, con el saco en el brazo.
-Se respira bien en este rinconcito -dice, y para demostrarlo resopla ostensiblemente. Luego se acomoda, saca la tabaquera y arma un cigarrillo entre las piernas abiertas.
A las diez de la mañana de un miércoles, el Prado está tranquilo. Tranquilo y desierto. Hay momentos tan calmos que el ruido más cercano es el galope metálico de un tranvía de Millán. Luego un viento cordial hace cabecear dos pinos gemelos y arrastra algunas hojas sobre el césped soleado. Nada más.
-¿Cuándo empezás a trabajar? -Mañana.
El padre humedece la hojilla y sonríe para sí mismo, distraído.
-Si estuvieras siempre en casa... como estos días...
-¿Te gustaría estar con el Viejo, eh?
Gustavo recoge como un premio el tono de camaradería. Una bocanada de ternura lo obliga a decir algo, cualquier cosa.
-¿Qué hacés en la oficina?
-Y.. trabajo.
-Pero... ¿en qué trabajás?
-Informo expedientes, firmo resoluciones.
Por un instante, Gustavo imagina a su padre trepado en un alto pupitre, firmando resoluciones, informando expedientes, todos voluminosos como la Historia Sagrada. Pero en seguida acomoda la imagen en su modesta realidad.
-Entonces... ¿sos un jefe?
-Claro.
El muchacho se echa hacia atrás, con las manos en la cintura, recorriendo posesivamente el cinturón de elástico azul. A menudo el Viejo le trae regalitos. Siempre adivina cuál es la menudencia que él desea con máximo fervor.
-Cuando pase el examen de ingreso, podría entrar en tu oficina.
El padre ríe, complacido.
-Estás loco. A tu edad no se puede. Y además, yo quiero que estudies.
El Viejo mira los pinos gemelos y echa humo por la nariz. Gustavo sabe con absoluta precisión qué se espera de él.
-¿Qué materia te gusta más?
-Historia.
Mentira. Le gustan las cuentas. Pero confesarlo equivale a seguir arquitectura. 0 ingeniería, como le pasó al hermano del Tito.
-No hay ninguna carrera que se base en la historia.
-Por eso mismo... lo mejor será que me emplee en tu oficina.
El padre suelta una carcajada. Evidentemente está encantado con la maniobra.
-Así que historia, ¿eh ... ? Si no supiera que multiplicas y dividís como una maquinita...
Gustavo se pone colorado. No le hace gracia el elogio. Él quiere entrar en la oficina, colocarse junto al enorme pupitre del padre, alcanzarle los expedientes para que los autorice y pasar el secante sobre la firma,
-No te recomiendo la oficina -dice el Viejo, que después de muchas maniobras ha conseguido escupir una hebra de tabaco.
Al final del camino, hamacándose lentamente como un pato, ha aparecido un hombre de oscuro, un importuno.
-Mamá dijo una vez que no vale la pena estudiar.
-Tu madre, la pobre, está cansada y a veces no sabe lo que dice. -Pero...
-En cambio vos no estás cansado y a mí no me gusta oírte hablar así.
El padre se ha puesto serio y Gustavo se siente disminuido. El hombre-pato ahora está cerca y se ha detenido a observar una araucaria. -¿Y no podría ser... que estudiase... y además... trabajase contigo? -¿Y no podría ser -parodia deliberadamente el Viejo- que te quedaras tranquilo? Total... sólo tenemos ocho años más para pensarlo.
Gustavo sabe que, como siempre, el padre está en lo cierto. Tiene la sensación de que está representando el papel del tonto. Sin embargo, ahora también el padre sonríe, comprensivo. Sonríe con sus labios delgados y también con sus ojos grises, bondadosos.
El hombre-pato se ha detenido frente a ellos. -Hola -dice.
-Hola -dice el Viejo, que no lo había visto acercarse. -¿Así que éste es su chico? -Sí.
Evidentemente, el Viejo está molesto. El hombre-pato tiene ojos mezquinos. Le tiende a Gustavo su mano pegajosa.
-Mire qué casualidad encontrarlo aquí... ¿Está de licencia? -Sí.
-Yo tenía que cobrar unas cuentitas por Larrañaga, pero el sol está tan agradable, que me decidí a cruzar por este lado.
-Cierto, aquí se respira bien -comenta el Viejo, por decir algo.
También Gustavo está incómodo. Daría cualquier cosa para que el tipo se esfumase. Pero no, se ha establecido. Gustavo se fija en los detalles. Del bolsillo del saco le asoma un pañuelo que debiera ser blanco. El pantalón tiene sobre la rodilla un zurcido grosero y evidente.
-¿Y cuándo vuelve?
-Mañana.
-Bueno, entonces iré a verlo.
El padre se agita. Tira el cigarrillo y lo aplasta con el zapato. De pronto hace un gesto raro, como señalando al chico. Gustavo no entiende el ademán, pero comprende perfectamente que el padre está molesto. El tipo, en cambio, no ve nada.
-Tengo que llevarle un regalito... ¿eh... ? Para que camine aquella orden de pago...
Ahora el padre hace un gesto desesperado.
-Mañana hablamos. Mañana.
Gustavo siente que se le va la cabeza, pero tiene una horrible curiosidad. Una vez le había dado al pecoso Farías un rabioso puñetazo en la nariz, sólo porque había dicho: «Anoche en la cena, papá dijo que tu viejo es buena pieza. »
-Si no recuerdo mal, es un papelito de cien.... ¿qué le parece? -Mañana hablamos. Mañana.
Gustavo nota que el padre ha envejecido diez años. Se ha puesto otra vez el saco, ha juntado las piernas y está doblado hacia adelante.
Al fin, el tipo ha comprendido a medias.
-Bueno, me voy. Adiós amigo.
El Viejo no responde. Gustavo toca apenas la mano blanda y pegajosa. El hombre-pato se aleja, hamacándose lentamente, disfrutando del sol. Atrás, le cuelga el forro descosido del saco.
Sin hacer un gesto, el padre se levanta y empieza a caminar en dirección opuesta a la del tipo. Gustavo siente ahora en su mano la palma seca, rugosa, del Viejo. A veces, la madre le toma el pelo porque a él todavía le gusta que lo lleven de la mano.
Sin levantar la vista, el padre carraspeo, y el muchacho intuye que algo le va a ser explicado. Quisiera pedir a Dios que algo le sea explicado. -Mejor no le digas a tu madre que encontramos a éste...
-No -dice Gustavo.
Aún no sabe exactamente qué le está pasando. Por lo pronto, libera su mano, la mete en el bolsillo del pantalón y se muerde el labio hasta hacerlo sangrar.
(Montevideanos - 1949)
-¿Nos sentamos en éste? -pregunta el Viejo.
-Mejor aquél. Tiene más sombra.
Por más que nadie intenta arrebatárselo, Gustavo se cree obligado a correr para asegurarse el usufructo del banco. El padre llega después, sin apuro, con el saco en el brazo.
-Se respira bien en este rinconcito -dice, y para demostrarlo resopla ostensiblemente. Luego se acomoda, saca la tabaquera y arma un cigarrillo entre las piernas abiertas.
A las diez de la mañana de un miércoles, el Prado está tranquilo. Tranquilo y desierto. Hay momentos tan calmos que el ruido más cercano es el galope metálico de un tranvía de Millán. Luego un viento cordial hace cabecear dos pinos gemelos y arrastra algunas hojas sobre el césped soleado. Nada más.
-¿Cuándo empezás a trabajar? -Mañana.
El padre humedece la hojilla y sonríe para sí mismo, distraído.
-Si estuvieras siempre en casa... como estos días...
-¿Te gustaría estar con el Viejo, eh?
Gustavo recoge como un premio el tono de camaradería. Una bocanada de ternura lo obliga a decir algo, cualquier cosa.
-¿Qué hacés en la oficina?
-Y.. trabajo.
-Pero... ¿en qué trabajás?
-Informo expedientes, firmo resoluciones.
Por un instante, Gustavo imagina a su padre trepado en un alto pupitre, firmando resoluciones, informando expedientes, todos voluminosos como la Historia Sagrada. Pero en seguida acomoda la imagen en su modesta realidad.
-Entonces... ¿sos un jefe?
-Claro.
El muchacho se echa hacia atrás, con las manos en la cintura, recorriendo posesivamente el cinturón de elástico azul. A menudo el Viejo le trae regalitos. Siempre adivina cuál es la menudencia que él desea con máximo fervor.
-Cuando pase el examen de ingreso, podría entrar en tu oficina.
El padre ríe, complacido.
-Estás loco. A tu edad no se puede. Y además, yo quiero que estudies.
El Viejo mira los pinos gemelos y echa humo por la nariz. Gustavo sabe con absoluta precisión qué se espera de él.
-¿Qué materia te gusta más?
-Historia.
Mentira. Le gustan las cuentas. Pero confesarlo equivale a seguir arquitectura. 0 ingeniería, como le pasó al hermano del Tito.
-No hay ninguna carrera que se base en la historia.
-Por eso mismo... lo mejor será que me emplee en tu oficina.
El padre suelta una carcajada. Evidentemente está encantado con la maniobra.
-Así que historia, ¿eh ... ? Si no supiera que multiplicas y dividís como una maquinita...
Gustavo se pone colorado. No le hace gracia el elogio. Él quiere entrar en la oficina, colocarse junto al enorme pupitre del padre, alcanzarle los expedientes para que los autorice y pasar el secante sobre la firma,
-No te recomiendo la oficina -dice el Viejo, que después de muchas maniobras ha conseguido escupir una hebra de tabaco.
Al final del camino, hamacándose lentamente como un pato, ha aparecido un hombre de oscuro, un importuno.
-Mamá dijo una vez que no vale la pena estudiar.
-Tu madre, la pobre, está cansada y a veces no sabe lo que dice. -Pero...
-En cambio vos no estás cansado y a mí no me gusta oírte hablar así.
El padre se ha puesto serio y Gustavo se siente disminuido. El hombre-pato ahora está cerca y se ha detenido a observar una araucaria. -¿Y no podría ser... que estudiase... y además... trabajase contigo? -¿Y no podría ser -parodia deliberadamente el Viejo- que te quedaras tranquilo? Total... sólo tenemos ocho años más para pensarlo.
Gustavo sabe que, como siempre, el padre está en lo cierto. Tiene la sensación de que está representando el papel del tonto. Sin embargo, ahora también el padre sonríe, comprensivo. Sonríe con sus labios delgados y también con sus ojos grises, bondadosos.
El hombre-pato se ha detenido frente a ellos. -Hola -dice.
-Hola -dice el Viejo, que no lo había visto acercarse. -¿Así que éste es su chico? -Sí.
Evidentemente, el Viejo está molesto. El hombre-pato tiene ojos mezquinos. Le tiende a Gustavo su mano pegajosa.
-Mire qué casualidad encontrarlo aquí... ¿Está de licencia? -Sí.
-Yo tenía que cobrar unas cuentitas por Larrañaga, pero el sol está tan agradable, que me decidí a cruzar por este lado.
-Cierto, aquí se respira bien -comenta el Viejo, por decir algo.
También Gustavo está incómodo. Daría cualquier cosa para que el tipo se esfumase. Pero no, se ha establecido. Gustavo se fija en los detalles. Del bolsillo del saco le asoma un pañuelo que debiera ser blanco. El pantalón tiene sobre la rodilla un zurcido grosero y evidente.
-¿Y cuándo vuelve?
-Mañana.
-Bueno, entonces iré a verlo.
El padre se agita. Tira el cigarrillo y lo aplasta con el zapato. De pronto hace un gesto raro, como señalando al chico. Gustavo no entiende el ademán, pero comprende perfectamente que el padre está molesto. El tipo, en cambio, no ve nada.
-Tengo que llevarle un regalito... ¿eh... ? Para que camine aquella orden de pago...
Ahora el padre hace un gesto desesperado.
-Mañana hablamos. Mañana.
Gustavo siente que se le va la cabeza, pero tiene una horrible curiosidad. Una vez le había dado al pecoso Farías un rabioso puñetazo en la nariz, sólo porque había dicho: «Anoche en la cena, papá dijo que tu viejo es buena pieza. »
-Si no recuerdo mal, es un papelito de cien.... ¿qué le parece? -Mañana hablamos. Mañana.
Gustavo nota que el padre ha envejecido diez años. Se ha puesto otra vez el saco, ha juntado las piernas y está doblado hacia adelante.
Al fin, el tipo ha comprendido a medias.
-Bueno, me voy. Adiós amigo.
El Viejo no responde. Gustavo toca apenas la mano blanda y pegajosa. El hombre-pato se aleja, hamacándose lentamente, disfrutando del sol. Atrás, le cuelga el forro descosido del saco.
Sin hacer un gesto, el padre se levanta y empieza a caminar en dirección opuesta a la del tipo. Gustavo siente ahora en su mano la palma seca, rugosa, del Viejo. A veces, la madre le toma el pelo porque a él todavía le gusta que lo lleven de la mano.
Sin levantar la vista, el padre carraspeo, y el muchacho intuye que algo le va a ser explicado. Quisiera pedir a Dios que algo le sea explicado. -Mejor no le digas a tu madre que encontramos a éste...
-No -dice Gustavo.
Aún no sabe exactamente qué le está pasando. Por lo pronto, libera su mano, la mete en el bolsillo del pantalón y se muerde el labio hasta hacerlo sangrar.
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Cuento,
Montevideanos (1949)
miércoles, 11 de junio de 2014
Horóscopo
Horóscopo
(El mundo que respiro - 2001)
No olvides el pudor de la almohada
sólo así vencerás tu hipocondría
de paso irá mejor tu economía
y el tiempo correrá como si nada
si juegas te irá bien en la jugada
tu salud tendrá fibra y lozanía
el amor colmará tu fantasía
y el trabajo será cosa sagrada
el regocijo vencerá al letargo
todo irá viento en popa y sin embargo
aunque te encuentres guapo en el espejo
y disfrutes del beso y la palabra
habrá un minuto en que la noche se abra
y te despiertes pobre triste y viejo.
(El mundo que respiro - 2001)
No olvides el pudor de la almohada
sólo así vencerás tu hipocondría
de paso irá mejor tu economía
y el tiempo correrá como si nada
si juegas te irá bien en la jugada
tu salud tendrá fibra y lozanía
el amor colmará tu fantasía
y el trabajo será cosa sagrada
el regocijo vencerá al letargo
todo irá viento en popa y sin embargo
aunque te encuentres guapo en el espejo
y disfrutes del beso y la palabra
habrá un minuto en que la noche se abra
y te despiertes pobre triste y viejo.
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El mundo que respiro (2001),
Poesía
martes, 10 de junio de 2014
Morondanga
Morondanga
(Las soledades de Babel - 1991)
Tréboles
Como habitantes de un planeta ínfimo
templado por un sol de morondanga
no vamos a incurrir en el deliro
de creernos capataces del cielo
los millones de solos que nacemos
vivimos y morimos humillados
por el desdén de las galaxias
y desde el caracol de la soberbia
creamos dioses
semidioses
apóstatas
caciques
tendremos algún día que buscarnos
con la lupa del miedo
y al comprobar nuestra gastada
inevitable ausencia
optar por disolvernos sin pudor
en el vacío individual y cósmico
(Las soledades de Babel - 1991)
Tréboles
Como habitantes de un planeta ínfimo
templado por un sol de morondanga
no vamos a incurrir en el deliro
de creernos capataces del cielo
los millones de solos que nacemos
vivimos y morimos humillados
por el desdén de las galaxias
y desde el caracol de la soberbia
creamos dioses
semidioses
apóstatas
caciques
tendremos algún día que buscarnos
con la lupa del miedo
y al comprobar nuestra gastada
inevitable ausencia
optar por disolvernos sin pudor
en el vacío individual y cósmico
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Las soledades de Babel (1991),
Poesía
viernes, 6 de junio de 2014
Hombre que mira a otro hombre
Hombre que mira a otro hombre
(Poemas de otros - 1974)
Trece hombres que miran
Vos también estás asombrado
no querés admitir la salvación por el infierno
o acaso no podés creer que haya
cualesquiera hijos de vecino
que metan la vida prójima en el cepo
que un tipo pueda respirar
y buscar el amor
y faenar el tiempo
y besar a sus hijos
y decir oraciones
y hasta cantar bajito
después de haberse traicionado
corrompido
enmerdado
metiendo la vida prójima en el cepo
vos
como yo
estás asombrado
en realidad no hay fogata para ese humo
ni siquiera hay sed para ese cántaro
tal vez no haya pájaros para ese viento
para ese inmune no haya después
las venganzas yacen calmas y feroces
la paciencia se arruga de tanta espera
vos te preguntás donde está la cosecha
y sin embargo tu estupor intacto
demuestra por lo pronto que algo cosechaste
vos mirás como inmóvil y te miro mirar
somos dos conjeturas incómodas fraternas
no entendemos un pito de esta infame justicia
de esa fábrica de odios que propone el olvido
a lo mejor te vino la infancia en un destello
sentiste la sesera esa insensible
pensaste el corazón ese impensable
pero ni así te acostumbraste a esa saña piadosa
a esa masacre tan emputecida
así que no aflojaste ni un suspiro
y te seguiste asombrando te seguiste
yo te miro mirar como inmóvil
pero claro la cosa no se arregla
con miradas
ojeadas
o vistazos
qué tal si nos arremangamos vos y yo
(Poemas de otros - 1974)
Trece hombres que miran
Vos también estás asombrado
no querés admitir la salvación por el infierno
o acaso no podés creer que haya
cualesquiera hijos de vecino
que metan la vida prójima en el cepo
que un tipo pueda respirar
y buscar el amor
y faenar el tiempo
y besar a sus hijos
y decir oraciones
y hasta cantar bajito
después de haberse traicionado
corrompido
enmerdado
metiendo la vida prójima en el cepo
vos
como yo
estás asombrado
en realidad no hay fogata para ese humo
ni siquiera hay sed para ese cántaro
tal vez no haya pájaros para ese viento
para ese inmune no haya después
las venganzas yacen calmas y feroces
la paciencia se arruga de tanta espera
vos te preguntás donde está la cosecha
y sin embargo tu estupor intacto
demuestra por lo pronto que algo cosechaste
vos mirás como inmóvil y te miro mirar
somos dos conjeturas incómodas fraternas
no entendemos un pito de esta infame justicia
de esa fábrica de odios que propone el olvido
a lo mejor te vino la infancia en un destello
sentiste la sesera esa insensible
pensaste el corazón ese impensable
pero ni así te acostumbraste a esa saña piadosa
a esa masacre tan emputecida
así que no aflojaste ni un suspiro
y te seguiste asombrando te seguiste
yo te miro mirar como inmóvil
pero claro la cosa no se arregla
con miradas
ojeadas
o vistazos
qué tal si nos arremangamos vos y yo
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